#019: Sumérgete en el flujo: cuando la vida se siente fácil y significativa
Descubre cómo ordenar tu conciencia para encontrar la verdadera plenitud y desbloquear tu potencial creativo.
«No son los eventos externos los que nos perturban, sino cómo los interpretamos.»
– EPICTETO
Hola Cardumen 😊 que gusto que nos volvamos a encontrar y muchas gracias a las personas que se han unido recientemente.
Hoy, quiero profundizar en un libro que nos invita a mantenernos en el estado de Flujo.
El psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, tras más de treinta y cinco años de estudio, nos revela en su libro Fluir: Una psicología de la felicidad, que la auténtica plenitud reside en este estado de conciencia. Es un momento de profunda satisfacción y total compromiso con la vida, donde nuestras habilidades y los desafíos se encuentran en perfecta armonía. ¿Listos para aprender a ordenarnos y desbloquear nuestro potencial? Comencemos.
01. La auténtica felicidad está en el flujo de las experiencias óptimas
Parece que la felicidad se aleja cuando la buscamos directamente, pero tampoco la obtendremos por casualidad. La felicidad es una elección, una condición que se cultiva a través del compromiso total con cada detalle de la vida. La clave reside en nuestra capacidad para aprender a controlar nuestra experiencia interior, es decir, nuestra conciencia.
La conciencia funciona como un centro de recolección y selección de información (sensaciones, percepciones, sentimientos, ideas) que nos permite establecer prioridades. Pero más allá de eso, la conciencia también puede imaginar y crear nuevas informaciones, lo que significa que es posible generar deliberadamente un nuevo estado de conciencia. En esencia, podemos hacernos más felices cambiando nuestra conciencia, pero solo si somos capaces de ordenarla para tener un mejor control sobre ella, y es aquí donde interviene la intención consciente.
Quien controla su propia conciencia es capaz de focalizar su atención, filtrar distracciones y concentrarse el tiempo necesario para lograr un objetivo. De este modo, la plenitud no se limita a momentos ocasionales, sino que se integra en la vida cotidiana. Podemos sentir placer y plenitud independientemente de lo que pasa a nuestro alrededor; la diferencia radica en la interpretación de los hechos.
El secreto para una vida plena y feliz es buscar experiencias óptimas, aquellas donde nuestras habilidades están a la altura de la tarea, sentimos control sobre nuestras acciones y estamos profundamente comprometidos. Los mejores momentos de la vida ocurren cuando el cuerpo o la mente llegan a su límite a través de un esfuerzo voluntario y desafiante. Estas experiencias no siempre son fáciles (piensa en un alpinista concentrado en llegar a la cima), pero contribuyen a crear una sensación de plenitud y control que nos acerca a la felicidad.
Este estado de experiencia óptima coincide con un estado de orden en la conciencia: toda la atención se concentra en una tarea, olvidamos momentáneamente todo lo demás y nuestras prioridades se vuelven cristalinas. La atención se focaliza sin esfuerzo, no hay preocupaciones y nos sentimos en el camino correcto. Esto es el flujo. En estos momentos, nuestro ser se diferencia y a la vez se integra, ampliando nuestras habilidades y abordando retos ambiciosos para convertirnos en seres humanos más completos.
El flujo se puede encontrar en todas las actividades: mentales, físicas, laborales, de ocio, a solas o acompañados. Tenemos la capacidad de experimentarlo a través de nuestros pensamientos, el movimiento, el proceso creativo, la satisfacción de necesidades básicas o tareas mentales complejas como jugar ajedrez. Pero, para vivir estas actividades como experiencias óptimas de flujo, necesitamos ejercitar el control sobre nuestra conciencia con un entrenamiento constante, igual que atletas o músicos. El secreto está en aprender a disfrutar de la lucha.
Para una vida llena de experiencias óptimas, Csikszentmihalyi identifica tres componentes esenciales:
Objetivos intrínsecos: Escoger conscientemente metas que sirvan de estructura para las experiencias de flujo, basadas en su valor y el placer que obtenemos al lograrlas (ej. entrenar para una maratón por un reto personal, no por el reconocimiento).
Atención: Es la energía canalizada que selecciona y lleva la información a la conciencia. Debe focalizarse en la tarea y el objetivo.
Plenitud: El placer que se obtiene al lograr el objetivo, y también durante la acción, especialmente al hacer algo nuevo y desafiante.
02. La experiencia autotélica, o cómo experimentar una profunda plenitud en el presente
Para incrementar la plenitud, tenemos dos opciones: adaptar las condiciones externas a nuestros objetivos, o cambiar el modo en que interpretamos las condiciones externas para que nuestra experiencia interior concuerde con nuestras metas. La segunda es la opción más sostenible y gratificante.
Es importante diferenciar plenitud y placer. El placer es una sensación de alegría y regocijo al satisfacer expectativas o impulsos (sueño, comida, sexo). Estas actividades ordenan nuestra conciencia al satisfacer una necesidad, pero por sí solas no producen crecimiento psicológico, salvo que se vivan desde la perspectiva del flujo.
En cambio, la plenitud llega no solo cuando nuestras expectativas se satisfacen, sino también cuando hacemos algo nuevo e inesperado, que nos hace evolucionar, creando un nuevo orden en la conciencia. Sentimos placer sin esfuerzo, pero para una profunda plenitud, necesitamos esfuerzo y concentración.
La experiencia de flujo óptima es intrínsecamente gratificante. Una experiencia de este tipo se llama “autotélica”, palabra que deriva del griego “auto” (uno mismo) y “telos” (objetivo), e indica una actividad autónoma que no se realiza con la expectativa de un beneficio futuro, sino que es gratificante por sí misma. Cuando la experiencia es autotélica, la vida se justifica en el presente, sin depender de un posible beneficio futuro.
03. Del compromiso profundo a la alteración de la noción del tiempo: el retrato de las experiencias óptimas
Las experiencias óptimas de flujo comparten ocho características clave:
Retos y habilidades equilibrados: Se producen cuando abordamos tareas que se corresponden con nuestras habilidades y recursos disponibles.
Concentración total: Estamos completamente inmersos, la acción y la conciencia se fusionan. No hay energía psíquica para otras distracciones.
Objetivos claros e intrínsecamente motivados: Hacemos lo que hacemos por propio placer, no por reconocimiento externo.
Feedback inmediato: Recibimos una respuesta directa mientras realizamos la actividad (ej. el cirujano sabe si va por buen camino mientras está en su estado de flujo operando).
Compromiso profundo, sin esfuerzo: Nuestras habilidades están al mismo nivel que la meta, disipando preocupaciones y frustraciones.
Paradoja del control: Tenemos pleno control sobre nuestras decisiones y acciones, pero no sobre el resultado final de la acción.
Pérdida de autoconciencia: La preocupación por uno mismo desaparece momentáneamente, pero, paradójicamente, resurge más fuerte después. Al terminar, la autoconciencia regresa enriquecida con nuevas habilidades y objetivos.
Alteración de la noción del tiempo: Las horas pueden volar como minutos, o un minuto puede parecer eterno (ej. un bailarín concentrado en un paso difícil).
04. El flujo entre cuerpo y mente: en cualquier momento podemos vivir una experiencia óptima
Podemos experimentar el flujo casualmente (leyendo, en la naturaleza, en una conversación), pero es mucho más probable que sea voluntario y planificado. En todas las experiencias de flujo, se activa una sensación de descubrimiento o maravilla, una sensación creativa que nos transporta a una nueva realidad, mientras alcanzamos un nivel más alto de rendimiento y conciencia.
Precisamente por estas características, las experiencias de flujo deben ser siempre nuevas. Si hacemos siempre lo mismo, nos aburrimos y frustramos; necesitamos ir siempre un poco más lejos. Es nuestra responsabilidad encontrar un nuevo objetivo estimulante para hacer que la experiencia sea plena.
Nuestros objetivos y retos son una decisión personal. Correr una hora puede ser aburrido para alguien, pero para nosotros es una experiencia óptima si forma parte de un sistema de objetivos que contribuyen a un orden en nuestra conciencia. Las actividades diseñadas para optimizar el flujo, como los juegos (ej. ajedrez), son excelentes ejemplos.
Nuestro cuerpo, mente y sentidos son potenciales generadores de experiencias de flujo. Todas las funciones corporales pueden crearlas: escuchar una suite, degustar un vino, admirar una obra de arte, leer o jugar. Podemos perfeccionar nuestros sentidos y atención para aumentar la calidad de la experiencia. Se trata de desarrollar una personalidad autotélica, capaz de transformar retos en placer o traumas en armonía.
Las etapas esenciales en este proceso son:
Definición de los objetivos: Tener metas claras para concentrarnos en nuestro recorrido. Escoger un objetivo significa aceptar los retos y controlar mejor nuestra vida.
Sumergirse en la actividad: Dedicar toda nuestra atención a la tarea, encontrando equilibrio entre oportunidades y habilidades, y concentrando la energía en lo que nos da placer.
Prestar atención: Cuanto más concentrados estamos, más nos implicamos, incrementando la satisfacción y alejando preocupaciones.
Aprender a disfrutar de la experiencia inmediata: Requiere determinación y disciplina. Identificar objetivos, vincularlos, concentrarse, aprender nuevas habilidades, subir la apuesta y sumergirse en la vida.
Siguiendo estas etapas, podemos estar más presentes en cada momento. Incluso el trabajo, de cualquier tipo, puede ser placentero o desagradable según el significado y los objetivos intrínsecos que le demos. La satisfacción laboral depende de nuestra mejora constante, de producir resultados de calidad y de nuestra disposición a sentir gratificación.
05. La capacidad de adaptación, característica fundamental para afrontar el estrés y los traumas
Cuando experimentamos un evento traumático, podemos perder la confianza o encontrar un nuevo objetivo más claro y urgente. La diferencia en estas reacciones se llama “capacidad de adaptación”. Existen tres recursos principales para afrontar el estrés: soportes externos (sociales), recursos psicológicos (inteligencia, personalidad), y estrategias de adaptación. Si bien los primeros dos pueden ser difíciles de controlar, podemos actuar sobre las estrategias de adaptación a través de tres etapas:
Seguridad inconsciente en uno mismo: Vernos como parte del ambiente, no como su enemigo. Esto deriva de la confianza en nuestro entorno y en nuestro lugar dentro de él. Personas que afrontaron traumas enormes (ej. encarcelamiento) no dudaron del control sobre su destino, usando su energía para encontrar un modo de funcionar armoniosamente, con humildad y fuerza.
Focalizar la atención en el mundo: Desviar la atención del sufrimiento y concentrarnos en lo que nos rodea. Mirarnos constantemente nos absorbe. Pensar menos en nuestras exigencias nos permite entender el ambiente con más precisión y conectarnos a la vida más allá de nosotros mismos, encontrando nuevos caminos.
El descubrimiento de nuevas soluciones: Establecer objetivos alcanzables en las condiciones actuales. Incluso la situación más trágica ofrece potencial de crecimiento si se afronta con apertura mental hacia oportunidades inesperadas. La mayoría de las personas renuncia a imaginar modos alternativos de vivir; para lograr nuestro máximo potencial, debemos crear nuevos objetivos y desarrollar el flujo necesario para alcanzarlos.
06. Hacer que la propia vida sea una experiencia de flujo unificada
El objetivo final en la búsqueda de experiencias óptimas es transformar la vida en una experiencia de flujo duradera y unificada. Para lograrlo, es necesario establecer un objetivo difícil e importante para nosotros, desglosarlo, trabajar en sus partes a lo largo de la vida, ordenar los contenidos de la mente e integrar nuestras acciones en una experiencia de flujo unificada. Esta es la única manera de dar sentido a nuestra vida.
Desde el punto de vista individual, no importa cuál sea el objetivo final, con la condición de que sea suficientemente convincente para ordenar la energía psíquica durante toda una vida. Cualquier meta puede dar sentido a la vida siempre que sea clara, proporcione reglas de acción y facilite la concentración (ej. Madre Teresa vs. Hitler, ambos con objetivos claros, pero consecuencias muy diferentes).
Nuestra cultura es compleja y ofrece una gran variedad de objetivos. ¿Cómo elegir? La respuesta deriva de nuestra conciencia, y por ensayo y error distinguiremos los objetivos esenciales de los secundarios. Cada persona debe descubrir su propio objetivo final, distinguiendo los opuestos y eligiendo el que dará una razón a la acción. Esto se logra con dos métodos: la “vida activa” (invertir energía en actividades externas) y la “vida contemplativa” (alejarse y reflexionar). Idealmente, se complementan: nuevas experiencias estimulan la reflexión, y la reflexión impulsa la acción. Dar forma a la vida alrededor de un objetivo crea una sensación de armonía interior y un orden dinámico en la conciencia.
Recomendaciones Creativas
1. Un libro:
"Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad" de Mihaly Csikszentmihalyi. (La obra central para profundizar en el concepto).
2. Un Podcast:
Charla TED de Mihaly Csikszentmihalyi: "Flow, the secret to happiness" (El secreto de la felicidad). Es una excelente síntesis de sus ideas.
3. Un video:
"The Psychology of Flow": Un video animado para visualizar los conceptos clave del flujo.
4. Una práctica:
Mindfulness y Meditación: Prácticas para mejorar la concentración y el control de la atención, facilitando la entrada al estado de flujo.
Puedes comenzar con este video de Mario Alonso Puig
5. Una herramienta:
"Deep Work" (Trabajo Profundo): El concepto de Cal Newport para lograr concentración sin distracciones, ideal para aplicar el flujo en tareas complejas.
Hablemos
¿Cuál es la actividad en la que sientes que el tiempo vuela y te sumerges por completo? ¡Compartamos nuestras experiencias de flujo!